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Reflexiones finales

El sistema educativo colombiano es ese niño gordo al final de la fila que intenta correr al ritmo de sus compañeritos y que, cuando los alcanza, se da cuenta de que todos han cambiado, menos él. Los sistemas económico y social cambian a un ritmo desenfrenado: mientras usted lee esto se crea una nueva sub cultura, y al terminar el renglón habrá algún avance tecnológico que antes sólo veíamos en el cine futurista o en los cuentos de Asimov.

 

El sistema educativo juega a ser un camaleón, a adaptarse al cambio del sistema económico o a jugar con las lógicas sociales móviles, y justo cuando logra estabilizarse, el mundo al que se quería adaptar ya no existe.

 

En nuestra época, una época vertiginosa donde todo es efímero, el sistema educativo juega a la eterna modernización, actualización y adaptación. Y aunque el sistema dictamine unas formas de actuar y establezca unos derroteros, el diario vivir de la escuela no logra moverse al ritmo que el sistema educativo le quiere imponer. Es decir que la sociedad va a un ritmo, el sistema educativo nacional va a otro más lento, y cada institución educativa se pinta de colores para tratar de seguirle el paso a los dos anteriores, mientras que sus estudiantes halan en direcciones opuestas.

 

Los profesores, además, se ven obligados a mutar cada día, a hacerse más jóvenes cada año ya que sus nuevos estudiantes son tan diferentes de una promoción a la otra, que sería imposible utilizar las mismas estrategias pedagógicas con unos y otros. El cuerpo docente está obligado a rejuvenecer hasta pensionarse.

 

Y en este frenesí, la pregunta por la comunicación se reduce a ¿cómo modernizar los equipos tecnológicos de la institución? Y ¿qué tipo de actividades lúdicas se pueden diseñar para llamar la atención de los estudiantes, con el apoyo de la nueva tecnología? Sin embargo, se reafirma la concepción del estudiante como el receptor de información: y los directivos se preguntan ¿qué más debemos hacer para llamar la atención de estos muchachos: compramos nuevos televisores, nuevos computadores, creamos una emisora y un centro de edición de video para sus trabajos académicos? Además, ¿pensamos en actividades lúdicas para que puedan usar sus Smartphone y la institución ya cuenta con perfil en Facebook, Instagram y Twitter? Y ¿utilizamos videojuegos para recrear clases de historia, ciencias naturales e inglés? Pero ¿qué más quieren?

 

Y la forma de entender la comunicación sigue siendo instrumental, y no se reflexiona sobre el tejido fino de las relaciones sociales. La comunicación no puede dejarse a la deriva en una institución educativa, y mucho menos puede ser un factor negativo. La escuela debe pensar en un modelo comunicativo sobre la base de la afectación, en el que se contemplen estrategias de acompañamiento entre los diferentes actores de la institución. Los profesores deben jugar el rol de tutores académicos, pero también de acompañantes en el desarrollo de los chicos. Soy consciente de la utopía que representa el hecho de que un profesor (director de grupo) esté al tanto de 30 estudiantes; pero podemos construir redes de apoyo entre estudiantes: los chicos de grados superiores pueden ser apoyo de los estudiantes de grados inferiores. Y las directivas de la institución también entran en esta red de acompañamiento; y las personas de servicios generales, de vigilancia, de mantenimiento, de la cafetería, los padres de familia, etc.

 

 

Sólo una red de comunicación sólida permitirá una formación integral. No pensemos en un programa obligatorio de acompañamiento, ya vimos que la obligatoriedad sólo genera rechazo por parte de los participantes. Pensemos en nodos que se van conectando progresivamente: primero, el contacto entre estudiantes de grados superiores con estudiantes de grados inferiores, bajo la supervisión de los profesores (sería como construir equipos de trabajo entre el profesor, un estudiante mayor y uno menor); para luego ir involucrando a los demás actores de la institución.

 

Cuando me hice la pregunta sobre la comunicación en la institución, jamás pensé que iba a ser parte de un grupo en busca de su bienestar, o en palabras de Spinoza, un cuerpo en busca de su alegría. Este ejercicio me permitió entender que la comunicación puede ser construida, y que los diferentes actores de las instituciones educativas están en una búsqueda constante de bienestar, de aceptación social, de construcción de experiencias enriquecedoras; y lo hacen gracias al apoyo de sus pares, y la educación surge allí, en este tejido, en esta afectación constante de cuerpos sensibles (Cabra, 2013) encaminados, como uno, hacia su alegría.

 

Los aprendientes de cada grado son investigadores capaces de encontrar las respuestas que los profesores no hemos encontrado. Ellos tienen acceso al tejido comunicativo entre pares al interior de la institución y son los protagonistas de su proceso formativo. En esta medida, la institución debe proponer un proyecto comunicativo transversal que los empodere como actores, responsables primarios de su formación integral. En palabras de Kaplún (1997), la educación podría resumirse en tres grandes modelos:

 

Educación basada en contenidos: se ocupa de dar contenidos a aquellos que no los tienen (los alumnos), se concentra en la enseñanza enciclopédica de temas a través del discurso del profesor y del texto escolar, y promueve un esquema de comunicación transmisionista (emisor-receptor).

 

Educación centrada en resultados: se basa una educación por objetivos y hace énfasis en la eficacia del alumno para responder a las exigencias académicas mediante el entrenamiento, la ingeniería del comportamiento y los exámenes. Su forma de comunicación se apoya en la instrucción y la persuasión del profesor.

 

Educación orientada por procesos: se trata de una práctica pedagógica orientada hacia la liberación, la cual funcionaría sobre la base de capacidades como la reflexión, la participación y la autogestión. En esta educación no hay contenidos preestablecidos ni cálculos determinados para enseñar de cierta manera. Los sujetos (estudiantes) son los protagonistas de sus propios aprendizajes, los cuales se ponen a disposición de aquellos que lo necesiten. Sus principios de comunicación y acción son la cooperación y la solidaridad. (Citado por Muñoz, 2007)

 

Éste es el momento en el que la educación y la investigación deben ir de la mano: directivas, profesores y estudiantes deben convertirse en investigadores dentro del aula, y buscar de manera conjunta las estrategias para satisfacer las necesidades cognitivas (contenidos) de los estudiantes, dentro de un proyecto formativo. Los estudiantes (prefiero el término aprendientes) deben asumir la responsabilidad de su proceso, y la institución (directivas y profesores) deben asegurar que exista un modelo comunicativo institucional que aumente la potencia para obrar de los cuerpos: que los alegre. La comunicación, entendida como afectación, debe ser el motor que impulse el proceso académico de los aprendientes.

 

 

El profesor tiene que ser, ahora más que nunca, un investigador en el aula, atento al movimiento silencioso del entramado social en el que navega; capaz de identificar las necesidades sociales de un grupo que busca un equilibrio. Los profesores, antes de buscar una excelencia académica, deben propender por una alegría en sus estudiantes.

 

Las investigaciones llevadas a cabo por personas externas a las instituciones son útiles en términos descriptivos, pero incluso los trabajos hechos a nivel doctoral carecen de una propuesta de intervención que busque mejorar las condiciones de vida de las personas con quienes trabajan. Como si el grado fuera el fin último de la tesis, y no la comunidad con la que se trabajó. La solución a las dificultades comunicativas de una institución no vendrán de afuera: no existe un mesías de la comunicación que restaure un tejido social, ni hay un santo de la comunicación al cuál rezarle.

 

Cada institución debe incluir en su Proyecto Educativo Institucional el apartado sobre el modelo comunicativo que asegure un adecuado tejido social en la institución. Todo aporte externo debe ser bien recibido, pero no debe descargarse sobre él la responsabilidad de encaminar comunicativamente a un cuerpo compuesto como la escuela; y tampoco se pueden replicar modelos comunicativos de otras instituciones, porque cada cuerpo tiene sus propios malestares, necesidades y potencialidades.

 

Los instrumentos tecnológicos que facilitan la transmisión de información serán de utilidad cuando la comunicación, entendida como afectación, esté contemplada dentro del Proyecto Educativo Institucional de cada escuela. Hasta entonces, los profesores envejecerán repitiendo las mismas quejas que hemos escuchado hasta hoy: los estudiantes ya no quieren nada, todo lo copian de las páginas de internet, viven pegados al Facebook, no sueltan el whatsapp ni para comer, tienen los ojos cuadrados de ver televisión, están ensotados en los videojuegos… y demás lamentos que escuchamos a diario, y que sólo corroboran el abismo comunicativo existente entre profesores y estudiantes.

 

Para finalizar, mientras ustedes leen este texto, en la institución estamos planeando nuestro modelo de comunicación institucional, con el objetivo de ser el colegio más alegre del municipio.

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