
Edson David
Rodríguez Uribe

Vulcano
Es una gran ironía que el dios del fuego viva en un frío invernal. Pero es exactamente así, mientras el gran Vulcano duerme, su calor se reduce a un mínimo vital, con chispas esporádicas, pero sin el fuego de antaño.
Su forma humana es la de un herrero, un consagrado forjador de armas para otros, silencioso trabajador que da forma a escudos, espadas y rayos; y espera pacientemente el momento de su despertar.
Un volcán dormido es como un águila enjaulada: todo su poder y su belleza desaparecen y se convierten en seres que se limitan a respirar y latir, muy despacio las dos cosas.
Roca seca y negra, árida, fría, con un corazón vivo pero silente, casi ausente. Luego de eternidades en una quietud casi mortal; una pequeña silueta se dibujó en el horizonte, el viento la movía a voluntad y ella aleteaba con las pocas fuerzas que le quedaban, buscando un lugar seguro dónde descansar.
Una roca negra, apacible y estable, siempre parece un buen refugio para quien viene de una batalla. Así que la pequeña Morpho se posó en él, con el único objetivo de reposar sus alas, recobrar fuerzas y seguir volando.
Cuando sus diminutas patitas tocaron la tierra, un corrientazo atravesó toda la montaña, como si se tratara de un rayo y no de una mariposa.
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¿Quién eres y qué haces aquí? – dijo Vulcano que sintió el sacudón inesperado.
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No me hagas nada, sólo busco refugio. – respondió la mariposa.
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¿Quién eres?
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Me llamo Venus, vengo de una batalla y estoy débil. ¿Me puedo quedar?
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¿Estás en guerra?
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Sí, Marte, el dios de la guerra me ha visitado, y apenas pude escapar de una batalla, pero tendré que volver a enfrentarlo.
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¿Una pequeña mariposa contra el dios de la guerra?
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Hoy soy una pequeña mariposa, pero no es mi única forma, te dije que soy Venus.
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¿La diosa de la belleza?
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La misma
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¿Y por qué Marte estaría en guerra con la diosa de la belleza?
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Porque a Marte no le importa la forma ni la esencia de nadie, sólo piensa en sí mismo.
Vulcano, en forma de montaña fría y quieta, pensó un poco. Sintió tristeza por la pequeña Morpho, pero recordó que la diosa Venus sólo toma la forma de mariposa cuando necesita moverse rápidamente. Así que le pareció correcto hospedarla mientras recobraba sus fuerzas.
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Te puedes quedar, pero vas a estar muy expuesta allá arriba, te recomiendo que busques un lugar cubierto en la montaña. Eso sí, te pido que no te adentres mucho en las cavernas. Han estado deshabitadas por mucho tiempo y realmente no sé en qué condición estén.
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Gracias, mi querido Vulcano.
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¿Me conoces? Pensé que sólo habías aterrizado en la primera montaña que encontraste en tu camino.
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De ninguna manera. Hay muchas montañas, pero a ti te buscaba desde hacía tiempo. Siempre sentí paz y seguridad a tu lado.
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Te recuerdo bien. Eres bienvenida y, por favor, recuerda no entrar a las cavernas.
Su historia es tan antigua como el tiempo mismo: Vulcano y Venus han sido pareja en todas sus vidas y en todas sus formas. Pero, en ninguna de ellas han tenido un final feliz. En la mitología griega, Venus lo traiciona con Marte. En la Romana, Afrodita lo deja por Ares, aunque aquí lo llaman Hefesto, el feo y cojo Hefesto.
En la noche fría, Vulcano sintió dolor en un punto que no lograba identificar. El corrientazo de la Morpho movió lugares que él había olvidado que tenía, que estaban abandonados y él creía muertos. Aunque habló con calma y se mantuvo tranquilo, Vulcano nunca había podido olvidar las visitas anteriores de Venus: los momentos en los que se sintió más vivo fue gracias a su aleteo y jovialidad.
Estaba muerto del susto, en las oportunidades pasadas, el paso de Venus lo había dejado más despierto que dormido, pero más muerto que vivo. Es una contradicción hermosa: mientras ella no está, Vulcano es un hombre como cualquiera, un herrero dedicado que, de vez en cuando, crea alguna obra de arte, y sigue su trabajo silencioso. Pero, cuando ella viene a visitarlo, Vulcano despierta, siente el fuego emerger desde el centro de la tierra y sueña con volver a ser el volcán poderoso que algún día fue. Sin embargo, cuando ella se va, casi siempre de la forma más inesperada posible, Vulcano queda con su lava ardiendo dentro de su ser, es incapaz de hacer erupción y su propio fuego lo consume, lo destruye y necesita mucho tiempo para apaciguarlo y poder volver a su rutina fría.
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No es la primera vez que te ubicas en esa caverna. Elegiste tu lugar de descanso con mucha facilidad.
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Sí, te conozco bien, mi querido Vulcano. Sé cuáles son los lugares de tu ser en los que me siento más cómoda. ¿Está bien para ti si me quedo aquí?
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¿Quieres la verdad?
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Siempre, he sido muy honesta y me he mostrado muy vulnerable contigo. Lo mínimo que espero es la verdad, siempre.
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Ok, me hace muy feliz que estés de nuevo aquí. Mi ser es tu hogar, y puedes ubicarte donde quieras, aunque preferiría que estuvieras en otros lugares.
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Lo sé, lo sé muy bien. Pero tú mismo lo dijiste ayer. Esas cavernas han estado deshabitadas por mucho tiempo y no sabes en qué condición estén. Además, yo estoy de paso, no me pienso quedar.
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Nunca has pensado en quedarte.
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Nunca ha sido el momento justo.
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¿Lo es ahora?
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No, definitivamente no.
¿Qué relación puede haber entre un viejo volcán y una pequeña mariposa? Con el pasar de los días, Venus se sentía más cómoda y Vulcano, más feliz: ella cantaba, bailaba y se reía a carcajadas. Aleteaba de aquí para allá, a toda velocidad. Muchas veces, él no podía seguir sus movimientos y tenía que hacérselo saber.
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Despacio, niña, por el amor de Zeus. A ese ritmo no logro entender nada.
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Cuando estoy feliz, me muevo más rápido. Y aún no conoces mi verdadera velocidad.
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La verdad es que yo me muevo muy lento, siempre.
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Lo sé, es que estás viejito.
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¿Perdón? Qué falta de respeto, estoy… estoy grande, pero todavía sirvo.
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Jum, no lo sé. Yo digo que estás viejito.
A medida que Venus recuperaba sus fuerzas, Vulcano se sentía más y más vivo, la lava recorría sus cavernas, limpiándolas, como sangre a presión abriendo arterias. Su núcleo mismo estaba más activo, lo sentía recobrar la fuerza de su juventud. Esa roca fría y seca se estaba convirtiendo nuevamente en un volcán activo, poderoso, majestuoso.
Ella tenía una guerra en curso, volaba lejos para librar sus batallas y luego volvía a él. A veces victoriosa, a veces maltrecha. Más veces maltrecha que victoriosa, pero siempre viva y cada vez más fuerte. Mientras ella no estaba, Vulcano aprovechaba para limpiar cada rincón de su ser, ponerlo lindo por si a ella se le ocurría explorar un poco.
Primero fueron días, y Vulcano no podía creer que ella aún no hubiera escapado, como lo hizo tantas veces en el pasado. Luego fueron semanas, ella revoloteaba de un lado para otro, y él se sentía más vivo que nunca. Llegaron a ser meses, casi siete; ella seguía ganando y perdiendo batallas: cada vez ganaba más y perdía menos. Y él tenía tanta vida en su interior que se olvidó por completo de que ella sólo buscaba un refugio temporal.
-
Te quiero – dijo ella una tarde, y lo tomó totalmente por sorpresa.
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Has venido muchas veces a lo largo de los años, y es la primera vez que me dices algo así.
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Lo sé, es lo que siento ahora y quise decirlo.
-
Yo también te quiero.
En medio de una guerra, un volcán es una buena trinchera. Si buscas tranquilidad y protección, lo mejor es estar con un armero, con un corazón de fuego y un alma blanda como el humo. Pero no es un lugar para quedarse a vivir.
Vulcano ha tenido todo tipo de visitas, pero sólo Venus ha sido capaz de darle vida a cada rincón de su ser. Sólo ella y su sutil caricia, es capaz de hacer que el viejo ame verdaderamente la vida; sólo ella lo inspira para forjar pequeñas obras de arte; sólo ella sabe aletear de esa forma tan irresistible, tan seductora, tan poderosa.
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¿Te vas a quedar?
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No lo sé, recuerda que estoy en guerra.
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Lo sé, y temo mucho que desaparezcas nuevamente cuando todo termine.
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No vine a quedarme contigo y lo sabes.
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Aún así, has recorrido esas cavernas abandonadas, has hecho planes para embellecer mis rocas y me has propuesto compartir días importantes conmigo.
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Ya te dije que te quiero… y, a veces, también te extraño cuando estamos lejos. Pero este no es el momento.
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Y ¿cuándo será ese momento?
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No lo podemos saber. Tal vez, nunca.
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Soy un viejo tonto, mi querida Venus. Tus aleteos despertaron partes de mí que ya ni recordaba, y ahora sólo quiero que te quedes conmigo.
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Eres un viejo tono, mi querido Vulcano. Desde el principio sabías que no venía para quedarme. Fui clara y honesta contigo.
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Lo sé, y ahora no sé que hacer con toda la vida que me habita.
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Vívela, forja armas, crea escudos. Enfoca tu energía en tu bienestar. A mí me está llegando la hora de irme.
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Y ¿todos nuestros planes?
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Ya no serán. No me interesa compartir más contigo, ni hacer nada de lo que habíamos planeado.
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¿Te volveré a ver?
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Una vez más, pero será un encuentro breve.
