
Edson David
Rodríguez Uribe

Mi vida ideal
Me despierto a las 8 o 9 am, sin que suene ninguna alarma, sino con el sonido del arroyo que pasa junto al castillo de mi familia. Abro los ojos y sonrío por el placer de ser yo, mientras, sutilmente suenan instrumentos de cuerda que toca un grupo de músicos cubanos rescatados en el mar del sur.
Cuando la música llega a 32 decibeles, los músicos mantienen una nota baja para activar mis frecuencias alpha. En ese mismo momento, tres mujeres de 22 años, cuatro meses y tres días, de razas diferentes, se acercan caminando exactamente al mismo tiempo, cargando bandejas: una con agua de un manantial a 4200 msnm, otra con café colombiano cultivado a 1200 msnm en la finca El Ocaso en Salento, Quindío; y la tercera con fruta de la estación, cultivada por campesinos en tierras reintegradas en el Acuerdo de Paz Colombiano.
Me levanto desnudo y me dirijo a las tinas, donde me esperan mujeres que nunca podrán superar los 26 años ni los 50 kg. Ellas me bañan sin prisa, sin restricciones, procurándome un inicio de día tranquilo y placentero en el que pueda liberar la tensión del amanecer masculino. Luego de un baño lento y cálido. Me visten con ropas ligeras hechas en seda, satén y crepé; con colores acordes a los ciclos del universo.
Al salir del baño, limpio, vestido y satisfecho, me reúno con mis padres y familiares en el comedor grande. Todos hemos pasado por el mismo proceso de limpieza y satisfacción, así que llegamos a la mesa con una sonrisa en el rostro.
La mesa está servida con los gustos de cada uno, para cada día: yo tomo changua y arepas con queso, chocolate o capuchino; otros comen tamales, calentado, caldo parado o huevitos con arroz.
Nos reímos de las diferencias, hablamos sobre nuestros planes para el día, cada uno más extravagante que el otro. Mis planes del día son simples: jugar fútbol, aprender una nueva lengua, leer un rato y ver una buena película en familia. Muchos de ellos planean saltar de una avioneta, correr carreras a caballo, escalar o esquiar.
Siempre ha sido difícil ponernos de acuerdo, así que a veces hacemos actividades juntos y, otras veces, invitamos amigos que viven fuera del palacio para que nos acompañen en alguna travesía.
Llegamos a pasar meses sin vernos porque algunos de ellos aman viajar: recorren el mundo en moto, en avión o en yate. Los que ya tenemos cicatrices y experiencias, preferimos estar en casa acompañando a los más grandes y disfrutando de charlas eternas.
El atardecer es un momento especial, suelo dedicarle al menos una hora a disfrutarlo en silencio, preferiblemente desde un punto alto, por eso me encanta tener los globos aerostáticos.
Finalmente, cuando el sol cae, escucho un sonido agudo de fondo: tititi tititi tititi
***
Abro los ojos con una sonrisa grande, me divierte mucho volver una y otra vez al sueño del palacio. Veo su rostro hermoso a mi lado, aún disfrutando del mundo onírico. Empiezo mi día agradeciendo al universo por permitirme despertar al lado de la mujer que amo. Beso su rostro lentamente mientras duerme, ella siente el llamado a la vigilia y se niega a volver; se gira y me da la espalda.
Ella debe despertar en este momento y mi tarea es revivirla de la forma más amorosa posible. Y no conozco una mejor forma de hacerlo que con besos y caricias. Así que me aprovecho de su espalda desnuda para acariciarla con mis labios y con mi barba, luego respiro lentamente en su cuello y muerdo con amor el lóbulo de su oreja.
Beso su piel sin pausa hasta que siento su respiración agitada, juego con mis labios en sus pezones y dejo que mis dedos recorran libremente su abdomen, su cintura, su cadera.
Ella ya está despierta, pero mantiene sus ojos cerrados, disfrutando la sensación en la piel. Yo me pierdo entre las sábanas como en un laberinto cálido, busco el tesoro sin pausa y siento cómo ella se agarra con fuerza de todo lo que tiene a la mano.
Sé que está bien despierta cuando clava sus uñas en mi espalda y exhala como asmática. Amo los amaneceres a su lado, sobre todo cuando hay tiempo suficiente para empezar el día con el corazón a mil.
Ambos decidimos ocupar parte de nuestro día en nuestras pasiones: seguramente yo haré deporte, jugaré fútbol, seré estudiante de algo y profesor de algo, estaré jugando a levantar alguna empresa y me divertiré con los proyectos de la gente que amo.
Algunas de estas actividades me darán dinero y otras me lo requerirán. No me importa mucho que mis cuentas bancarias tengan números de sobra, me interesa más que cada minuto de mi día esté ocupado en actividades emocionantes: que mi cuerpo sea exigido y mi mente sea excitada.
Al cabo de algunas horas de navegar en mis tareas y pasiones, llega el momento de compartir con mi familia: comparto un tinto, una tarde onces o una cena con mis padres o mis amigos, siempre con muchas risas y abrazos.
Luego vuelvo a casa con la emoción de encontrarme con mi flaca, de cocinar algo para ella, tomarnos una copa de vino, disfrutar de una película y de un rato de lectura, bailar un poco y terminar el día jugando entre las sábanas como si no nos hubiéramos visto en meses.
No sueño con una vida en un palacio, ni con capital material. No me molesta, de ninguna manera; pero mi tesoro tiene otras formas: mi vida ideal es una vida con salud física y mental, acompañado de la gente que amo, en bienestar, dedicando mi tiempo a hacer cosas que me divierten y que son útiles para alguien, y acompañado por la mujer que adoro sin medida.