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El derecho a ser feliz

Agradezco de corazón a todas las personas que han traído felicidad a mi vida: agradezco a mis padres y a mis familiares porque gracias a ellos he vivido momentos incomparables. Ver la felicidad de mi padre al caminar en la playa o al acompañarme a un partido de fútbol me produce más felicidad que la que yo pueda sentir por estar en el lugar o incluso por jugar; ver a mi madre disfrutando de la literatura en inglés o en italiano, o compartiendo un almuerzo en familia me da tanta satisfacción que me olvido de mi propio bienestar; ver a mi abuela riendo a carcajadas o tomándose fotos con cuanto galán se encuentre en un restaurante o en un aeropuerto me llena el corazón.

 

La felicidad es el derecho supremo: tenemos derecho a ser felices. Y es un derecho que se ejerce en el presente; no podemos disociar nuestro cuerpo que vive en el presente y nuestro corazón que se quedó inmóvil en un momento feliz del pasado. Si la tranquilidad no es nuestra morada y si la felicidad no nos visita con frecuencia, tenemos el derecho de buscar esa felicidad, sin importar lo que piensen los demás. Ningún evento del pasado, del presente o del futuro puede impedirnos ser felices hoy.

 

Y así como mi felicidad es un derecho en este momento y en este lugar en el que vivo, también lo es la felicidad de todas las personas que me rodean. Nadie puede impedirme ser feliz haciendo lo que me apasiona y me mueve el corazón; ni yo tengo la autoridad para juzgar a otro por ser feliz en el presente. Y con esto, me refiero directamente a los amores que nacen y mueren cada día.

 

Si ayer me abandonó la mujer por la que me jugué la vida y que me juró amarme hasta su muerte, y hoy ella es feliz con alguien más, aplaudo su felicidad porque nada la ata al pasado, aunque hayan transcurrido sólo horas.

 

Si mañana me enamoro perdidamente de una recién conocida y decido construir una vida a su lado, estoy en todo mi derecho a ser feliz, y nadie tiene por qué juzgar mis pasiones ni los deseos de mi corazón.

 

Escribo desde el choque que me implica ver a mi ex pareja, infinitamente feliz compartiendo su vida con un hombre que satisface todo lo que ella siempre soñó. Eso que ella creyó encontrar en mí pero que descubrió que se había equivocado.

 

Me conflictúa imaginarla diciéndole las palabras que me decía a mí, dándole el cariño que me daba hasta hace tan poco y compartiendo su intimidad sin pudor como si yo nunca hubiera existido. Pero me aterriza la felicidad de saberla feliz. Me provoca una sutil sonrisa imaginar que esa mujer por la que di mi piel, finalmente encontró la felicidad que tanto añoraba. Y es una sonrisa que se replica cuando veo ese sueño cumplido en muchas otras de las mujeres con las que compartí parte de mi vida.

 

De corazón, deseo que ejerzan su derecho a ser felices, solas o acompañadas. Espero que se sientan libres de volver a empezar cuantas veces sea necesario y que no sean presas de las nostálgicas noches que vive este servidor, viajando en el tiempo por horas, para sentir un poco de ese amor que alguna vez estuvo destinado a mí.

 

Soy un coleccionista de momentos, de gestos, de sensaciones, y en días como hoy, oscuros y silenciosos, la luz llega de la felicidad del presente de personas con las que alguna vez compartí, y de momentos del pasado en los que vivía una película y me costaba creer que yo era el protagonista.

 

Gracias a todas las personas que se han atrevido a ser felices siendo parte de mi vida. Y gracias por tener el valor de ser felices en el presente, sin importar lo que su felicidad cause en los envidiosos; en mí, su felicidad siempre será motivo para sonreír y agradecer.

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