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Una tarde ocre

"Por eso muchacho no partas ahora soñando el regreso, que el amor es simple y a las cosas simples las devora el tiempo"

Las canción sonaba en mi mente mientras caminaba despacio.

Allí donde Oliverio y Ana lucharon como fieras: él por quedarse y ella por irse.

El sol lanzaba rebelde sus últimas luces hacia mi rostro y me impedía ver el camino;

pero el sonido de las olas rompiendo contra las rocas orientaba mis pasos.

Un reflejo ocre dibujaba sombras a mi alrededor: aparecían y desaparecían en silencio.

El viento cálido de una primavera naciente me acariciaba el rostro y

el piso aún tibio de una rambla roja recibía amable mis pies descalzos.

Aquí nació todo, aunque nunca había venido.

Me vestí de Oliverio y salté al vacío esperando encontrar los brazos de la mujer que vuela.

Ella se vistió de Ana y voló... sin mí.

El viento es reparador y en mi cabeza sigue la música.

"Uno vuelve siempre a los viejos sitios donde amó la vida".

Cae el sol

El silencio se apodera de mi mente

Las olas me recuerdan que aún vivo

Ya no hay luz que dibuje el camino

Y me convierto en un fantasma más.

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