Edson David
Rodríguez Uribe
Mi abismo
Me gustaría darte un abrazo, uno solo, largo y en silencio. Sentir por última vez el calor de tus brazos, el ritmo de tu respiración, el latido acelerado de tu corazón, el olor de tu cabello y de tu piel. Cerrar los ojos y volver por un instante al paraíso, respirar despacio y gozar cada segundo; alejarme sin prisa, mirarte a tus ojitos de madera, acariciar tu rostro y ver tu sonrisa, una sola vez más.
Por supuesto, me encantaría recorrer tu piel en silencio, deteniéndome un segundo en cada poro aunque me tome la eternidad, pero esos privilegios no son míos.
Han sido años extraños, no sé muy bien quién he sido: un amante furtivo de desconocidas, un amigo incondicional de rotas iguales a mí, un viajero sin lugar en el mundo, un profesor apasionado y loco... todos, ninguno. Mis estudiantes siempre me piden que les lea algo, y muchos de ellos ríen, lloran, se enojan, aman y odian con los textos escritos para ti. Eres la tinta de mi pluma, tal vez lo serás siempre.
En el momento en el que la felicidad te invitó a mirar hacia adelante, entendí que estaba en el borde de un abismo. Tu silencio se convirtió en mi abismo. Y cada tanto tiempo se me hace necesario venir a liberarme de mis cargas, por eso te sigo escribiendo, aunque jamás escuche el eco de mis palabras.