Edson David
Rodríguez Uribe
El origen de la liga de la justicia
El mundo necesita superhéroes: alguien debe hacer el trabajo difícil, salvar el día y darnos una historia para contar.
Aquel día, uno de mis héroes favoritos buscaba superar su más grande miedo. Durante semanas, luchamos contra el crimen, nos movíamos como sombras entre los edificios: la noche era mi reino; el día, el suyo. Sin que nadie sospechara de nuestras identidades, el hombre de acero y yo, manteníamos el orden. Nos enfrentamos en incontables oportunidades y, ahora, estábamos juntos, dispuestos a surcar los cielos.
Para mí, un terrícola chiquito y barrigón, volar siempre fue un deseo frustrado, un gran sueño. Ahora, a su lado, podría experimentar el viento jugando con mi cabello crespo, ver las cosas desde la distancia como si fueran un paisaje soñado.
Amanecía, nosotros llevábamos nuestras armaduras de tela, cada una con su capa inmaculada. El crimen nos había dado un momento de paz. Había llegado la hora: el hombre de acero debía superar su miedo a las alturas, y yo sería su cómplice.
Con esfuerzo, subimos hasta el último peldaño y nos levantamos triunfales en la cornisa del edificio más alto de la ciudad. Era ahora o nunca. Nuestras capas ondeaban como banderas en honor a Eolo. Mi criptoniano amigo y yo nos tomamos de las manos, sentí un vacío en mi pecho, respiré profundo, cerré los ojos, e incliné mi cuerpo levemente hacia adelante.
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¡Quietos! - Gritó una voz con vehemencia. Era una voz conocida, era muy familiar.
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¡No se muevan!
Allá abajo, se dibujaba la figura de una mujer.
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Tranquila, vamos a volar – dije con tranquilidad.
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¡No, no, quietos quietos! - gritó mientras se acercaba lentamente.
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No te preocupes, él es Superman – respondí.
Superman estaba congelado, y yo estaba cada vez más al borde: mi barriguita me halaba hacía el vacío.
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¡No te muevas! ¡Batman no vuela! – gritó ella y sus palabras retumbaron en mi cabeza.
¿Batman no vuela? Tiene razón ¡Batman no vuela!
Me congelé de inmediato. Aunque mi amigo pudiera volar, yo no. Quería que él superara sus miedos, pero nunca pensé en mí. Ella se acercó lentamente, con los brazos extendidos hacia nosotros. Su gesto era de pánico, tal vez reflejo del nuestro.
Mis piernas temblaban, Superman estaba frío. Y casi como volando, ella nos alcanzó y tomó con fuerza hasta que pisamos tierra firme.
- ¡Batman no vuela, mi hijo amado! – me dijo mientras me abrazaba con fuerza, mientras lloraba y temblaba.
¡Qué maravilla de mujer.